No tardó en aparecer una niña que parecía todavía dormida, llevaba el pelo alborotado y una muñeca en la mano, ésta parecía mas desaliñada que la propia niña ya que su vestido rosa estaba salpicado por pequeñas manchas de pintura azul y su pelo ondulado y rubio se encontraba en la misma situación.
Horas antes, había permanecido en silencio pintando con acuarelas aguadas, distintas flores azules desperdigadas en un lienzo que no tenía fin. Su inspiración se iba en el pequeño pincel trazando líneas y mas líneas mientras la acuarela goteaba en la muñeca que estaba en su regazo, manchándola.
-¿Es que no te he dicho que con la pintura no se juega? Tenemos visita, así que no me avergüences ¿de acuerdo? Se decente y baja enseguida- su voz se oía clara y firme, tanto que retumbo en las paredes.
La niña no se inmuto y siguió caminando, bajando las escaleras lentamente como si la mujer que estaba abajo no hubiera dicho nada. Su mirada se perdía en la nada, sus ojos fijos se encontraban un estado de shock tanto, que no se atrevían a parpadear. Era como si su mente se fuera muy lejos y no quisiera responder a su llamada. Estaba controlada por una fuerza extraordinaria que la atrapaba y no la dejaba escapar.
La mujer se quedo extrañada ante la expresión que presentaba la niña que a pesar de sus intensos y fuertes gritos no lograba despertarla de su letargo. Rugía.
Entonces una luz llego a su pensamiento. Una luz muy cegadora pero que abría muchas puertas. Una luz como un flash en su mente, en tan solo unos segundos.
Se acerco con paso firme hacia ella y le estampo su mano en su mejilla derecha, su piel, después de recibir el impacto estaba tan roja como los ojos de su agresora. Ésta se fue indiferente al otro lado de la casa, donde el pitido de un timbre viejo le borraba los pensamientos que le venían a su mente.
La mujer rápidamente dejo atrás a la niña y se dirigió a la puerta donde la esperaban dos siluetas oscuras. Miró por la mirilla sus rostros que se dejaban ver por el resplandor de un candil que una de ellas portaba en su mano a pesar de que había bastante luz en la calle. Tenían los rostros blancos, muy blancos con signos patentes de ser albinos. Sus miradas eran como el hielo, gélidas que al cruzarse provocaban estupefacción. Al verlas, la señora, presa del miedo retrocedió unos pasos con ansias de salir huyendo. Y así lo hizo. Con los nervios a flor de piel, salió corriendo hacia donde estaba la niña y cogiéndola en brazos y mirando hacia a su alrededor empezó a buscar un lugar seguro, un escondite perfecto. Sabía que debía buscarlo rápido con prisa, no tenia tiempo que perder, sabía que llegaría primero, tenía que hacerlo, por Abril
Oía voces, voces en su cabeza, voces que la llevaban al delirio que la debilitaban e impedían cometer su objetivo. Las primeras voces eran suaves y dulces como la voz de la pequeña Abril, las segundas gritos fuertes, duros imparables que hacían que perdiera el control de si misma. Ya no era ella, era otra. Otra que no era ella y que era violenta, poderosa, invencible. La estaban poseyendo pero se negaba, claro que se negaba por eso debía luchar pero su esfuerzo fue en vano. Debido a la fuerza de su mente, se fue la de su cuerpo haciéndola caer al suelo, como un juguete roto arrastrando con ella a la pequeña y asustada Abril que miraba con extrañeza a aquella persona que estaba a su lado y a quien no reconocía en sus apenas tres años de vida.
El impacto contra el suelo fue leve pero provocó que aquella mujer inerte pudiera valerse por si misma alterando el orden de las cosas y del tiempo.
Fue suficiente el valor para atrapar en sus brazos a la chiquilla y llevarla a un desvencijado armario que se encontraba en una habitación con signos de humedad en aquellas paredes desconchadas. Antes de encerrarla en aquella cárcel insalubre solo fue capaz de darle el beso final. El de despedida. Ya no podría hacer nada más por ella, solo desearle la salvación.
Sabía que la esperaban por eso debía entregarse a ellos. Solo la voz grave de las gargantas de los dos individuos interrumpieron sus pensamientos como un muro infranqueable.

Abril
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